La mayoría de la población ha oído hablar en más de una ocasión de los llamados probióticos y los prebióticos. Según la Organización Mundial de Gastroenterología, los primeros, ingeridos en las cantidades adecuadas, pueden aportar beneficios para la salud. Los probióticos que se utilizan con más frecuencia son los pertenecientes a las especies Lactobacillus y Bifidobacterium, siendo los primeros los que más se han empleado durante años para la conservación de alimentos mediante la fermentación, como es el caso de la leche fermentada y el yogur.

Los prebióticos, por su parte, son compuestos que el organismo no puede digerir, pero que tienen un efecto fisiológico en el intestino al estimular, de manera selectiva, el crecimiento y la actividad de las bacterias beneficiosas (bifidobacterias y lactobacilos).

yogur

Se trata de un tipo de hidratos de carbono (una “fibra especial”) presente en algunos alimentos que, pese a que nuestro sistema digestivo no es capaz de digerir, son fermentados en el tracto gastrointestinal y utilizados como “alimento” por determinadas bacterias intestinales beneficiosas. Los prebióticos más estudiados son: la inulina y los fructooligosacáridos (conocidos también como FOS) y pueden aparecer de forma natural en algunos alimentos o ser añadidos por el fabricante para dotar al alimento de beneficios concretos.

Pero también existen los posbióticos, aunque son más desconocidos por la población. Sin embargo, ya empiezan a saltar a la ‘palestra’. Son sustancias producidas por los probióticos que ejercen efectos metabólicos y/o inmunomoduladores en el huésped, es decir, son factores solubles generados del metabolismo de los probióticos y liberados al medio extracelular, y que tendrían actividad beneficiosa sobre la salud. Su término fue  introducido por el grupo de María Rescigno en 2012, aunque las pocas revisiones que hablan de posbióticos citan como primera referencia el artículo de DW Thomas  publicado en Pediatrics  en 2010, en cuyas versiones posteriores ‘on line’  apareció el vocablo en una tabla junto a las definiciones de probióticos, prebióticos y simbióticos.

Ahora, desde la Universidad McMaster (Ontorio, Canadá) nos llega un nuevo estudio de la mano de  Jonathan Schertzer, profesor de bioquímica y ciencias biomédicas, que acaba de recoger la revista ‘Cell Metabolism’.

Sus trabaos han empezado a identificar cómo los postbióticos, o los subproductos de las bacterias, reducen la glucosa en la sangre y permiten que la insulina funcione mejor. De hecho, sus hallazgos sugieren que las sustancias mencionadas podrían prevenir la diabetes en personas con obesidad. De hecho, el equipo canadiense está trabajando ya en el desarrollo de nuevos fármacos basados ​​en bacterias para reducir la glucosa en sangre y combatir la prediabetes antes de que se desarrolle la enfermedad. En este momento, han tenido éxito en ensayos con ratones con un fármaco actualmente utilizado para el osteosarcoma, un cáncer de hueso.

Creo que noticias como éstas son bienvenidas y estaré atento a las próximas novedades. Lo importante, además, recordar que la obesidad es una enfermedad crónica que eleva el riesgo de otras patologías graves como la diabetes o las enfermedades cardiovasculares.