Hoy, 31 de mayo, es uno de esos días importantes en el calendario, porque se celebra el Día Mundial Sin Tabaco, que este año se centra en la salud cardiovascular, ya que el consumo de tabaco es una de las principales causas de estas enfermedades, algo que a veces se olvida.

Accidentes cerebrovasculares, enfermedad coronaria e isquemia crónica son algunas de estas patologías. Me centraré en esta ocasión en lo relativo a los daños en las arterias, quizás los menos conocidos por los pacientes, y eso que al menos el 70% de los fumadores los sufre, según el Aragón Workers’s Health Study.

Sabemos que el tabaco es uno de los principales factores de riesgo de la isquemia crónica, cuya causa más frecuente es la arterioesclerosis, un engrosamiento y endurecimiento de la pared arterial que se manifiesta en el estrechamiento de las arterias (estenosis).

Esta situación acaba provocando una disminución del riego a los tejidos que el paciente nota en síntomas como dolor o pesadez en los músculos de las piernas al subir escaleras y caminar, heridas en las extremidades inferiores que tardan en curarse, poco crecimiento de las uñas de los pies o del vello de las piernas, y una disminución de la función del órgano o tejido afectado que puede desembocar en la muerte del tejido por falta de oxigenación (necrosis).
Llegados a este punto, se hace necesaria la amputación de la parte del cuerpo afectada, que generalmente es una extremidad inferior. El grado de amputación dependerá de la extensión de esta necrosis, que puede llegar hasta el hueso de la pelvis (hemipelvectomía).

La relación entre tabaquismo y la isquemia de miembros inferiores está ampliamente demostrada. De hecho, se considera que los fumadores tienen una probabilidad nueve veces superior a los no fumadores de desarrollar claudicación (dolor en los grupos musculares, sobre todo en los relativos a las extremidades inferiores). Por otro lado, los fumadores comprenden más del 95% de todos los pacientes que refieren claudicación intermitente y representan un alto porcentaje de los que precisan amputación de la extremidad.

A pesar de los estudios realizados, se desconoce por qué mecanismo concreto produce el tabaco este daño en las arterias, lo que podemos achacar a su complejidad química, ya que en su composición hay más de 3.000 sustancias diferentes. Lo que sí se han observado son alteraciones en el endotelio vascular, metabolismo de los lípidos y las prostaglandinas, viscosidad sanguínea, función plaquetaria y coagulación, entre otros hallazgos.
Además, los fumadores presentan con frecuencia vasoconstricción crónica e hipertensión, patologías que parecen estar ligadas al consumo de nicotina.

Por ello, la primera urgencia que tenemos los médicos con respecto a nuestros pacientes es que dejen de fumar. Ese sería el primer paso del tratamiento. A esta medida le añadiríamos el control de la hipertensión, la diabetes y las dislipemias, y un programa de ejercicio físico.

Este programa de ejercicio debe ser individualizado para cada paciente, aunque como base se le recomendará caminar al menos una hora al día a pesar de los síntomas. Cuando note alguno de ellos, podrá parar la marcha hasta que desaparezcan, para después reanudarla.

Ya en fases más avanzadas, y por indicación de su médico, el paciente podrá necesitar de tratamiento farmacológico o tratamiento quirúrgico, las indicaciones en este último caso son: la tromboliosis, el tratamiento percutáneo-cirugía endovascular, y la cirugía arterial directa.

Como consejo, siempre la prevención. Llevar una dieta saludable, rica en frutas y verduras y libre de grasas trans, y rechazar hábitos tan perniciosos como el tabáquico o el abuso del alcohol.