En el mes en que ya comienzan las vacaciones para algunas personas, quería hablar de un tema común que afecta a no pocos turistas, la gripe intestinal o ‘diarrea del viajero’. Un problema de salud que, según el Ministerio de Sanidad, puede afectar hasta al 80% de los turistas que salen a países de alto riesgo en lo que respecta a las condiciones higiénico-sanitarias.

África, el sudeste asiático y algunas zonas de Latinoamérica son los destinos con más riesgo, sobre todo, para quienes eligen el turismo de aventura en lugar del de playa en complejo turístico.

Sin ser un problema de salud grave, aunque a algunas personas las obliga a estar unos días en cama, esta diarrea cursa con evacuaciones sueltas con urgencia o dolor al defecar, náuseas, vómitos, calambres o dolores abdominales, e incluso fiebre. Tal y como advierte la Fundación Española del Aparato Digestivo, un porcentaje pequeño de los afectados sufrirá una diarrea con sangre (disentería) que puede acompañarse de fiebre, escalofríos, sudoración profusa e intensa debilidad. Esto responde a infecciones invasivas de la pared intestinal, como Shigellosis, fiebre tifoidea o Campylobacter. La fiebre y la sangre o moco en las heces siempre son criterios de gravedad.

La mayoría de las diarreas acaban tras unos días con tratamiento dietético, de hecho lo más importante es no deshidratarse. Algunas pautas para esto último: comprar en una farmacia una solución rehidratadora (o prepararla a base de 1 litro de agua potable segura o bien hervida al que le agregamos 6 cucharaditas rasas de azúcar y una de sal) y tomar al menos 8 vasos de agua al día. Para comer, elegir una dieta blanda con alimentos como el arroz cocido, sopas, carnes magras, pan, galletas saladas…

Cuando los síntomas sean graves o persistan tras unos cuatro días a dieta, deberá consultar con un profesional médico (en la embajada o el consulado podrán ayudarle).

Esta ‘diarrea del viajero’ puede ser causada por bacterias, virus y, con menor frecuencia, parásitos, aunque la infección más frecuente es la originada por E. coli. ¿La fuente de infección? El agua y los alimentos. Por eso, como siempre aconsejo, que lo mejor y más sencillo es prevenir.

Prevención

Aunque vea que a la gente local no le afecta comer o beber ciertos alimentos, usted no siga sus pasos. Su organismo ya está acostumbrado, el suyo, no. Por eso, lo mejor es seguir siempre estas pautas y utilizar el sentido común.

—Siempre, lavarse las manos con agua y jabón antes de preparar alimentos o consumirlos, y sacarlas muy bien.

—Asegurarse de que los cubiertos a utilizar están limpios y secos antes de usarlos. Todo lo que tenga que ver con el agua es importantísimo.

No lavarse los dientes con agua que no sea potable.

Evitar el hielo si no estamos convencidos de que el agua utilizada es segura, tanto en bebidas como en otras preparaciones, tales como los famosos ‘raspados’, esos helados de hielo con condimentos que les dan sabor y color. De hecho, en el caso de los helados es mejor evitarlos todos, ya sean de hielo o de leche –tanto el agua cuando no es segura como la leche cuando no es pasteurizada hay que hervirlas –. Infórmese del tiempo necesario que hay que mantener la ebullición para que sea la correcta, ya que varía en zonas con gran altitud. En caso de no poder hervir, no tomar leche y el agua desinfectarla.

Evitar los alimentos crudos y los que se hayan mantenido a temperatura ambiente durante varias horas, como es el caso de los buffets o la comida en los puestos ambulantes. En el caso de los vegetales, es mejor evitarlos por completo, pero si se consumen elegiremos aquellas frutas que podamos pelar nosotros mismos y no tengan la piel dañada, y las lavaremos con agua potable antes de pelarlas. En el caso de otros vegetales que podamos comer crudos, como las ensaladas, solo nos fiaremos de establecimientos orientados a turistas y que tengan una buena reputación.

Comer únicamente alimentos que hayan sido cocinados y aún estén calientes. Si lo hacemos en un puesto ambulante, aunque no es lo recomendable, nos fijaremos en el género elegido y veremos cómo lo cocinan antes nuestros ojos, nada de elegir platos previamente preparados.

No elegir alimentos que contengan huevos crudos o poco cocinados.

En los países donde el pescado o el marisco puedan contener biotoxinas venenosas (con la globalización sucede ya en prácticamente todos), solicitaremos consejo local y, por supuesto, fiable. En estos casos de intoxicación ya no hablamos de una simple diarrea, sino que puede llegar a ser mortal, como sucede cuando se consume pez fugu, ese manjar tan atractivo para muchos turistas que viajan a Japón. ¿La culpable en ese caso? La tetradoxina, tan tóxica como el cianuro. Solo un experto sabe cómo prepararlo, y estos son la élite de los mejores chefs nipones.
La intoxicación alimentaria más común provocada por biotoxinas marinas es por ciguatera, un riesgo que existe al ingerir peces de arrecife que se alimentan de algas, como barracuda, pargo, mero… No es la única, hay muchas otras, como la escombroidosis que puede darse tras comer pescado de aguas tropicales y templadas con altos niveles de histamina, como el atún blanco o rojo, la caballa, las sardinas o el delfín, que no han estado adecuadamente refrigerados o conservados (los enlatados no se libran).

Siempre, cuando se viaja a un país tropical o en vías de desarrollo, aconsejo pasar por un centro especializado en medicina del viajero. Una consulta que debería realizarse al menos un par de meses antes, aunque si no ha sido posible es conveniente ir incluso el día previo a la partida. Allí informan de todas las medidas necesarias a tener en cuenta y de la profilaxis necesaria. En caso de padecer alguna enfermedad, deberá informar a su médico para que le dé las indicaciones oportunas.

A la vuelta, si en algún momento debe acudir al médico, aunque sea meses más tarde, no olvide informarle de ese viaje, ya que muchas enfermedades tardan en manifestarse.